lunes, 10 de mayo de 2010

Barbarismo del Bicentenario

Esta es una tarea que me dejaron en la facultad pero que me gustaría compartir. Es el análisis del libro "México Bárbaro" de John Kenneth Turner.

Estando a vísperas de celebrar el bicentenario de la independencia y el centenario de nuestra revolución escuchamos muchos comentarios y rumores acerca de las festividades que esto conlleva, de su magnitud, de la cantidad de gente que participará y sobre todo del costo que éstas tendrán. Pero entre todo esto, muchas personas, incluyéndome, se preguntan si en verdad habrá razones suficientes para realizar este festejo; si en verdad México ha cambiado para bien desde aquellas luchas, si nuestros valores han mejorado, o siendo menos optimistas, si al menos en el transcurso de 200 años hemos dado un pequeño pero acertado paso para el desarrollo equitativo y verdadero de nuestro país.

El libro del cual hice mi análisis fue escrito hace aproximadamente 100 años por John Kenneth Turner, un periodista que realizó un viaje a los rincones de México donde el esclavismo y la corrupción se mostraban en su estado más inhumano y déspota durante el gobierno del General Porfirio Díaz. De entrada el libro lleva por nombre “México Bárbaro”, si consideramos la manera con la que el autor describe a nuestro país podemos darnos cuenta que de entrada no pinta nada bien; ya que nos está comparando con los antiguos pueblos europeos llamados así por su falta de moral, de cultura, de organización (esto desde la perspectiva de los romanos) y de muy frecuentes luchas. Y es que al ir avanzando de página me voy convenciendo que tiene toda la razón de llamarle así.

Los primeros capítulos son, a mi parecer, los más impactantes y que me dieron una visión diferente acerca del Porfiriato y de la organización política y social que tenía México hace un siglo, ya que nos explica detenidamente la situación en que se encontraban los trabajadores en Yucatán y Sonora. La palabra ‘esclavismo’ se disfrazaba como ‘peonaje’ para que esta manera de tratar con la vida de los seres humanos fuera legal. Nos describe los métodos usados por los contratistas para separar a las personas de sus tierras, llevando a las personas a trabajar y las tierras pasaban a manos del gobierno o de empresas trasnacionales. Nos habla de cómo estaba conformada la cadena de corrupción en el gobierno: encabezada por el gobierno de Díaz y descendía hasta presidentes municipales y policías locales. Comprendemos que los trabajadores tenían toda la razón para desear una mejor calidad de vida. Los últimos capítulos nos hablan sobre las oposiciones al gobierno y las técnicas que éste último utilizaba para volverse todopoderoso más allá de los límites nacionales. Otra cosa que me llamó la atención es que el autor a pesar de ser estadounidense, culpa a su país de ayudar a que la situación en México prevalezca y se debe a que Díaz beneficia a los intereses de Estados Unidos.

Como mencioné anteriormente, la situación que se describe de la manera de vivir, de la corrupción y de la carente libertad de expresión hace 100 años, cambió mi forma de imaginarme el Porfiriato; pero después de analizarlo desde otro punto de vista me he dado cuenta que en realidad no tenía por qué asombrarme tanto, ya que la situación que se describe en el libro no difiere demasiado con nuestro actual gobierno. La corrupción sigue creciendo día con día, y eso no es todo, sino que nosotros la hemos ido alimentando, somos parte de esa cadena de la cual todos nos quejamos pero al mismo tiempo todos queremos sacarle provecho; nuestra moral se ha degradado tanto hasta perder el sentido o simplemente hemos cambiado radicalmente el concepto original para ajustarlo a intereses personales, la hemos moldeado de una forma que no nos incomode en este “nuevo” estilo de vida

México está en problemas pero la mayoría no lo acepta, y quienes lo aceptan culpan al gobierno, al narco, a los chilangos, a las políticas de los Estados Unidos y a la cultura que heredamos de la península ibérica. Se ven a ellos mismos como las víctimas incapaces de lograr algún cambio. Esta mentalidad generalizada es la que nos ha mantenido atados a una sociedad sin expectativas, sin metas, esperando que la ONU o alguna potencia europea se apiade de nosotros y venga a ayudarnos económicamente pagando la deuda externa u ofreciéndonos empleo, eso sí, bien pagados y fáciles de realizar. Y es que nuestra sociedad aún tiene la mentalidad de “los mexicanos estamos jodidos pero somos bien chingones chingando a quien se nos ponga enfrente” y eso nos da un aire de superioridad racial. Muy seguido escuchamos en los medios o en la calle “es un orgullo ser mexicano” a pesar de que estamos consientes de la pobreza en que nos encontramos y de la creciente delincuencia que se expande diariamente. La corrupción se ha vuelto tan común que resulta complicado imaginar un futuro sin ella. A cada día la utilizamos y nos vanagloriamos argumentando que nosotros sí sabemos cómo tratar con la gente y hacer negocios sin salir perdiendo. Enseñando a nuestros hijos el precio justo de una “mordida” dependiendo de qué tan grave haya sido la falta.

La televisión nos hace repetir “estoy re verde y creo en la selección ¡Awimbawe Awimbawe!” para manejarnos a su antojo, para distraernos con basura e historias diseñadas para idiotizar a la gente con telenovelas que nos muestran que siempre hay un final feliz para la chica linda con el galán millonario, con concursos que engañan a la gente haciéndoles creer que la educación primaria es excelente ya que los niños superan la capacidad intelectual de un adulto, cuando en realidad la calidad de la educación en este país está en los niveles más bajos a nivel global. Y Seguimos gritando: “ah huevo, es que somos bien chingones”.

En cada nivel de nuestra sociedad se muestra una situación igual de desalentadora. Somos gobernados por individuos cuyo trabajo en su fase más activa consta de decir “¡a favor!”, encontrar puentes en el calendario y hacer spots televisivos que deberían darles vergüenza, los cuales a mí parecer sí son dignos de censura para la población pensante de este país. A veces pienso que México ya está acostumbrado y totalmente conforme con la vida que lleva, de otra manera no me logro explicar el por qué se comporta así. En realidad la frase correcta es: “Nos estamos chingando” y llevándonos hasta el planeta con nosotros. Los niveles de contaminación son increíbles y lo es aún más nuestra actitud de indiferencia ante este hecho.

"No nos queda más que esperar a que Tonantzín se vuelva a aparecer en el Tepeyac y quizá esta vez una manta de franjas y estrellas vaya mejor con su imagen"

Mayo de 2010